1. Virgen
Las vírgenes eran figuras de enorme importancia en numerosas religiones de la Antigüedad. En Roma, las seis vestales, responsables por mantener encendido el fuego en el templo de Vesta, debían ser vírgenes de padre y madre reconocidos.
Las vestales que perdían la virginidad eran lapidadas o, en cierta época, decapitadas.
La importancia de la virginidad vuelve a manifestarse en el cristianismo, con la creencia en la virginidad de María, la madre de Jesucristo. Virgen proviene del genitivo latino virginis (de mujer soltera), algunos han dicho que éste probablemente se derive de vir, viris 'varón', por referirse a la mujer que no ha conocido hombre.
2. Pánico
Pan era el dios de los pastores y de los rebaños, oriundo de Arcadia, pero cuyo culto se generalizó en todo el mundo helénico. Tenía el rostro barbudo, con cuernos y una expresión animalesca, además de miembros inferiores como los del macho cabrío. Aunque se le atribuyeron diversos orígenes, era hijo de Hermes y de una hija de Dríope, según la leyenda más conocida.
Cuando nació, su madre se horrorizó del hijo monstruoso que había traído al mundo, pero su padre lo envolvió en una piel de liebre y lo llevó al Olimpo, donde lo puso al lado de Zeus y lo mostró a los demás dioses, quienes de inmediato simpatizaron con él. Pan amó a la ninfa Eco y a la diosa Selene.
Como divinidad silvestre, se le atribuían los ruidos de causa ignorada en campos y bosques, que con frecuencia amedrentaban a campesinos y pastores. Por esa razón, surgió en griego la expresión deima panikón 'miedo causado por Pan', que se abrevió en la palabra griega panikós y que, tras pasar por el latín panicus, formó el castellano pánico, con significado similar: 'miedo intenso por algo de origen desconocido'.
3. Sexo
En los últimos años, la palabra género se viene imponiendo en español, erróneamente, para reemplazar a sexo, entendido como 'condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas'.
Sexo proviene del latín sexus, exactamente con el mismo significado que tiene hoy en nuestra lengua, según la Academia Española. Plinio decía parere virilem sexum 'dar a luz un varón'.
Algunos etimólogos, entre ellos Eric Partridge, sostienen que el vocablo latino puede haberse originado en secare 'cortar' o 'separar', como en secta, con base en en el hecho de que la población se divide en varones y mujeres.
El género en castellano no debe referirse a las personas, sino a los objetos inanimados, puesto que se trata de una categoría meramente gramatical «a la que pertenece un sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre».
La aplicación de género a personas está basada en un error de traducción del inglés gender, que en esa lengua sí se aplica a las diferencias entre varones y mujeres, diferencias que, por lo menos desde los latinos, pero probablemente desde tiempos prehistóricos, son denotadas por la palabra que en español conocemos como sexo. Género, aplicado a personas, es un calco semántico del inglés, impulsado por la manía estadounidense de lo políticamente correcto y elevado por la fuerza a la categoría de concepto sociológico.
4. América
El navegante florentino Américo Vespucio fue el primero en proponer que las tierras descubiertas por Cristóbal Colón en 1492 eran en realidad un continente diferente y no las Indias, como se había pensado hasta entonces.
El cartógrafo alemán Martín Waldseemüller editó su Cosmographiae Introductio, que contenía el primer mapamundi de la historia, en el cual el nuevo continente aparecía denominado por primera vez como América. Esta tesis fue recogida en 1538 por el cartógrafo flamenco Gerardus Mercator.
5. Corrupción
Como todos sabemos, la corrupción no es un fenómeno de los tiempos modernos, aunque es posible que en los últimos años, con la eclosión de las comunicaciones electrónicas, se haya tornado más evidente.
Los romanos ya empleaban el adverbio corrupte; Cicerón decía judicare corrupte para aludir a la forma en que ejercían su función algunos magistrados. Corruptum era en latín el participio pasado del verbo corrumpere (arruinar, echar a perder). Plauto y Cicerón llamaban corruptor, -oris a aquel que cometía el delito de soborno o el de cohecho, es decir, aceptar sobornos, y también al que violaba a alguna de las vírgenes vestales.
Todas estas palabras se derivaban del verbo latino rumpo, rumpere (romper, violar, transgredir), emparentado morfológicamente con el sánscrito ropayati, del mismo significado, y se derivan del indoeuropeo reup- (arrebatar, arrancar algo de las manos de alguien). Como vemos, la corrupción es muy antigua y, según podemos ver en los enlaces siguientes, no se ha extinguido, aunque haya funcionarios honestos que así lo creen:
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